La situación del caudal de los ríos leoneses, tanto los regulados como los no regulados, es la peor que se recuer da en los últimos años. Ni siquiera las escasas lluvias de los dos últimos días han aliviado unos caudales realmente preocupantes. Si a esto sumamos la falta de nieve en las montañas el panorama de cara a la primavera resulta desolador. Bien es verdad que el cambio climático está afectando al invierno, que se retrasa varias semanas hasta el punto de que suele nevar a partir de mediados de enero. Esto ya sucedió el año pasado pero, a diferencia de éste, las reservas de agua almacenadas en los embalses era muy buena.
Todos los ríos, sin excepción, sufren un severo estiaje justo durante las fechas en las que están concluyendo las frezas. Los embalses no han ganado un solo hectómetro cúbico durante todo el mes de diciembre. Así Riaño cuenta con 242 hectómetros cúbicos, algo mas de la mitad que el pasado año. Barrios de Luna 79 frente a 211 y El Porma 134 frente a 211 de enero de 2007. Tampoco la situación es mejor en la cuenca del Sil. Bárcena conserva 144 hectómetros cúbicos frente a 241 del pasado año, además el principal embalse berciano no solo no gana sino que ha perdido en las últimas semanas. En los ríos que no cuentan con embalses reguladores la situación es parecida. Basta con observar el Bernesga o el Torío a su paso por la capital para darse cuenta, y ello a pesar de que en estas fechas no se efectúan sacas para el riego. Pese al escaso caudal las frezas se han ido desarrollando con cierta normalidad, hasta el punto de que las concentraciones de truchas se han ido reduciendo si bien todavía permanecen en algunas zonas altas del Torío, Curueño y Duerna. Los frezaderos se aprecian a la perfección, pues debido a la suciedad de los fondos la zona donde las truchas han removido la grava aparece mucho más limpia. Ahora las huevas permanecerán un periodo variable en función de la temperatura del agua hasta eclosionar desde finales de enero hasta marzo. Debido a que no ha habido crecidas, los reproductores apenas han remontado hacia frezaderos mas altos.
Ahora el peligro es evidente: Si el tiempo cambiase y se produjesen fuertes crecidas los arrastres de gravas taparían o destruirían los frezaderos, con lo que se perdería toda la puesta. Cuando hay crecidas previas a las frezas la situación se convierte en favorable. Por una parte los reproductores remontan hacia zonas de aguas mas someras, más oxigenadas y mas limpias. Mientras dura la crecida esperan pacientemente en zonas remansadas o empozadas a la espera de que los caudales se normalicen. Tan solo si la crecida es muy persistente se verían obligados a efectuar la puesta con el peligro de que, al descender el nivel, quedase en seco.